Mundo Indígena 2019: República Centroafricana
Hay tres grupos indígenas en la República Centroafricana (RCA): los m’bororo fulanis, los akas y los lithos. Los m’bororo fulanis son en su mayoría pastores nómadas. Se encuentran en las prefecturas de Ouaka en el centro este, M’bomou en el sur y Lobaye en el sudoeste. Según el censo de 2003, su población estimó en 39,299 personas o aproximadamente el 1% de la población total. La proporción de m’bororos es mayor en las áreas rurales, donde representan el 14% de la población total, mientras que solo representan el 0.2% de la población en las áreas urbanas.
Se desconoce el número exacto de pigmeos akas, pero se estima que ascienden a decenas de miles. Alrededor del 90% de ellos vive en los bosques de RCA, que consideran sus
tierras y donde realizan sus actividades tradicionales de caza, recolección y pesca. Los akas viven en las siguientes prefecturas: Lobaye, Ombella M’polo y Sangha-Mbaéré en el sudoeste, y Mambéré Kadîe en el oeste.
Los lithos son un grupo minoritario ubicado en el norte del país. Son seminómadas y practican la agricultura junto con la caza, la recolección y la pesca.
La RCA votó a favor de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (DNUDPI) en septiembre de 2007 y ratificó el Convenio Nº 169 de la OIT en agosto de 2010. Fue el primer y único Estado africano en ratificar este Convenio, el cual entró en vigor el 11 de agosto de 2011, según los términos de la Constitución de la OIT.
Contexto político y de seguridad
El clima político en la República Centroafricana (RCA) sigue estando profundamente marcado por la violencia recurrente. Los días 7 y 8 de abril de 2018, ocurrieron serios brotes de violencia
intercomunitaria en Bangui, que provocaron 70 muertos y 330 heridos, en su mayoría civiles.1 En esta ocasión, como muchas otras, “los combates dieron lugar a violaciones de derechos humanos internacionales y humanitarios”.2
En el interior del país, las masacres son prácticamente cotidianas. Tres cuartas partes del país está ahora en manos de diferentes grupos armados que se enfrentan violentamente. Desde 2018, las regiones de Bambari, Bria, Ndélé, Kaga-Bandoro, Markounda, Paoua y Bokaranga han sufrido graves pérdidas de vidas, como fue el caso anteriormente en Bangassou, Mobaye, Alindao y áreas circundantes, donde también ha fallecido un gran número de personas. Seis soldados de las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU fueron asesinados durante 2018,3 , así como tres periodistas rusos y tres ciudadanos chinos. Tres sacerdotes han sido brutalmente atacados a pesar de que llevaban puesta vestimenta religiosa, y han quemado mezquitas.
La reorganización de las Fuerzas Armadas de África Central, recientemente desplegada en apoyo de la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU, parece haber dado a la población un atisbo de esperanza. Esa esperanza sigue siendo frágil y se ha visto repetidamente empañada por nuevos ataques, incluidos los del centro del país en agosto y septiembre de 2018. Estos ataques, en la ciudad de Bria y en la carretera Bria-Irabanda en la prefectura de Basse Kotto, terminaron con un saldo de 30 muertos y cuatro heridos. “Según las encuestas de la Misión de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINURCA), muchos de estos crímenes, que podrían constituir crímenes de lesa humanidad, pueden atribuirse a los grupos armados rebeldes”.4
A fines de octubre de 2018, otros “choques provocaron varias víctimas y desplazamientos forzosos de la población a Batangafo, al norte, y a Bambari en el centro del país”.5
En noviembre de 2018, los grupos armados rebeldes atacaron el sitio donde vivían los desplazados internos (PDI) en Alindao, en el suroeste del país, matando a 100 personas, incluidos dos sacerdotes. Esto elevó a cinco el número de sacerdotes asesinados en 2018. Cuando los parlamentarios enfrentaron al gobierno con respecto a este tema en la Asamblea Nacional, el primer ministro declaró que “los grupos de mantenimiento de la paz de la ONU [...] no están cumpliendo con nuestras expectativas”.6
Tras las masacres en Alindao y Batangafo, varias personas han tratado de responsabilizar a las fuerzas de la ONU por haber dejado a la población a merced de grupos rebeldes enfrentados. Desde noviembre de 2018, la escalada en número y gravedad de las masacres no ha hecho sino profundizar la crisis en África Central. En respuesta, el Presidente de la República ha declarado que “se está planificando una grave violencia”.7 Ante estas masacres, declaró tres días de luto nacional y nuevamente pidió al Consejo de Seguridad de la ONU que levantara el embargo de armas impuesto en 2013. El presidente de la Asamblea Nacional también envió un llamado de socorro al Consejo de Seguridad pidiendo un levantamiento “total” del embargo de armas para permitir que el ejército centroafricano se ponga en funcionamiento. Otras voces, como las de “mujeres de la sociedad civil, solicitaron con vehemencia (durante una conferencia de prensa a principios de noviembre de 2018) un levantamiento total e incondicional del embargo de armas. [Según ellas] ignorar la angustia de la gente es cerrar los ojos a las masacres, en beneficio de otros intereses...”.8
A través de la voz del Cardenal, durante una conferencia de prensa, el clero castigó la grave falta de una postura internacional al respecto y la ausencia de las fuerzas de la ONU a la luz de los repetidos ataques.
Amnistía Internacional ha ordenado una investigación para aclarar lo sucedido en las masacres de Alindao, en particular con respecto al comportamiento de las fuerzas de la ONU.
Durante la noche del 30 al 31 de diciembre de 2018, grupos armados atacaron la ciudad de Bakouma, un yacimiento estratégico de explotación de uranio, matando a cuatro personas, incluido el sultán, una importante “figura cultural y de identidad” en la zona. Justo antes de esto, reconociendo este aumento en la actividad criminal, el 14 de diciembre de 2018, el Consejo de Seguridad renovó el mandato de la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU en la RCA por un año más. Al mismo tiempo, el Secretario General de la ONU nombró a un nuevo representante para encabezar MINURCA en la República Centroafricana. Cabe señalar que “los conflictos armados [también] han contribuido a aumentar los casos de violencia sexual y agresión física, en particular el trato inhumano y degradante de mujeres y niñas”.9 La población exige justicia y que se lleve a juicio a los perpetradores. Un exjefe de la milicia anti-Balaka fue arrestado en noviembre y llevado ante la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Otro exlíder anti-Balaka* arrestado en París está en proceso de ser extraditado a La Haya. La población ha expresado su sorpresa y confusión ante el hecho de que los Séléka*, caudillos mercenarios y autores de numerosos crímenes, aún disfrutan de libertad de movimiento, mientras que solo las milicias anti-Balaka han sido llevadas ante la CPI.
Movimientos poblacionales
Miles de personas se han visto forzadas a un éxodo de proporciones nunca antes vistas en la historia del país: “Más de 577,000 refugiados [permanecen] en países vecinos y 669,997 desplazados internos, de los cuales 50,000, permanecen [desplazados] en la capital, Bangui”.10 Sin embargo, “la Comisión para el Movimiento de la Población ha observado una disminución general del 7% en el número de desplazados internos”.11 A pesar de estos informes, el problema sigue siendo monumental: “A fines de junio de 2018, el número total de desplazados internos ascendía a 608,000: 249,522 en los sitios y otros lugares de reunión, 354,017 viven con familias de acogida y 4,489 en el monte”.12
Regreso voluntario de desplazados internos
En 2018 se observó un modesto regreso de desplazados internos a sus hogares: “41,670 personas en la subprefectura de Paoua; 3,575 en la Sub-Prefectura de Batangafo, todavía ocupada por grupos rebeldes; 1,076 en la Sub-Prefectura de Carnot y 13 en la Sub-Prefectura de Berbérati”.13
No obstante, la inseguridad sigue siendo alta en estas regiones, como en muchas otras. Además, “una de cada cuatro personas sigue siendo desplazada interna o refugiada”. En octubre de 2018, “un gran número de m’bororo fulanis que se habían refugiado en Camerún regresaron a la región de Baboua, en el oeste del país, con su ganado. [...]. Las autoridades locales llevaron a cabo un censo y les advirtieron acerca del porte ilegal de armas”.14 Desde el inicio de 2018, 15,000 desplazados internos regresaron voluntariamente a sus hogares y recibieron apoyo de organizaciones humanitarias. En general, gracias a una pausa en la violencia en algunas áreas, ha habido un retorno más o menos continuo de las personas desplazadas.
Otro flagelo generalizado es el hambre, a pesar de la asistencia temporal de las organizaciones humanitarias. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), “550,000 personas se encuentran en una situación urgente de inseguridad alimentaria”.15 La crisis está creciendo en la medida en que, según UNICEF, “1.5 millones de niños necesitan ayuda humanitaria”.16
Impactos del conflicto en los pueblos indígenas.
Hay tres grupos de pueblos indígenas en la RCA: los pigmeos, los m’bororos y los lithos, un grupo minoritario que rara vez se reconoce. También están los ndris, considerados los primeros habitantes de Bangui, la capital, antes del asentamiento colonial. Hoy en día son totalmente desconocidos y están al borde de la extinción.
Los pigmeos: Los pigmeos aka viven en Lobaye y Ombelle-M’poko en el sur del país. Los pigmeos de Babénzélé viven en Sangha-M’Baéré en el sudoeste y Mambéré-Kadei en el oeste.
La invasión de grupos armados en la República Centroafricana en 2013 causó un daño considerable a los pigmeos con consecuencias que pueden verse hasta el día de hoy. Hubo pérdida de vidas y grave expoliación de la biodiversidad. El bosque, el hogar y la fuente alimenticia de los pigmeos han servido para alimentar la guerra, al igual que el oro y los diamantes en las zonas mineras. Más de 50 elefantes han sido masacrados por su marfil en la Reserva Forestal Dzanga-Sangha en el oeste del país. Los pigmeos, conocidos por sus habilidades de caza, han sido objeto de constante presión y se han visto obligados a emprender la caza a gran escala en beneficio de sus opresores cuando, tradicionalmente, tomaban solo lo que necesitaban del bosque para sus necesidades diarias. La inseguridad es tal que ya no entran en el bosque para recolectar, cazar o pescar. Ahora, debido al trauma que han sufrido, se han asentado en las afueras de las aldeas.17
Esto simplemente refuerza los efectos que ya se sufren debido a la constante deforestación de las empresas multinacionales.
Los m’bororo fulanis: Son nómadas que están constantemente en movimiento en busca de pastizales. Se encuentran en una gran área del país, principalmente en las prefecturas de Ouaka en el centro del país, M’Bomou en el sureste, Nana-Mambéré en el oeste, Ouham en el norte y Ombelle-M’Poko y una parte de Lobaye en el sudoeste. Durante sus movimientos, entran en conflicto constante con los agricultores debido al daño que causan sus rebaños a las plantaciones. Las autoridades locales (prefectos, subprefectos y alcaldes) han intervenido repetidamente para resolver disputas entre estos grupos. Las autoridades prefecturales y comunales han diseñado regulaciones para tratar de garantizar el respeto recíproco de los espacios agrícolas y pastorales.
Los lithos: Son un grupo minoritario que vive en el norte de la República Centroafricana:
[A]lrededor de Bamingui, Ndélé, Kaga-Bandoro y Kabo. También se encuentran en Sido 2 y Maro, en Chad, en la frontera con la RCA. Son seminómadas. Practican la agricultura y viven de la caza, la recolección y la pesca. Al igual que los pigmeos, rechazan la medicina moderna y permanecen tradicionalmente vinculados a su farmacopea, por lo que gozan de una reputación generalizada.18
Su visión del mundo está fuertemente influenciada por sus creencias espirituales, que invocan para regular la vida del grupo. Su forma de vida es similar a la de los pigmeos, con la única diferencia de que viven en un entorno de sabana boscosa mientras que los pigmeos habitan en los bosques ecuatoriales. Actualmente no es posible decir qué efectos está teniendo la crisis política y militar en su comunidad. Lo cierto es que viven en zonas de alta inseguridad en las que los belicistas han establecido sus bases.
Protección legal de los pueblos indígenas.
Desde que la Constitución de África Central incorporó las disposiciones del Convenio N.º 169 de la OIT sobre la protección de los pueblos indígenas en 2015, el país ha luchado para poner esto en práctica. Los planes, incluido un proyecto de ley, no son más que buenas intenciones. El conflicto en el país está impidiendo la implementación de iniciativas gubernamentales y de la sociedad civil para los pueblos indígenas. Sin embargo, en 2018, a través del Proyecto SENI (un proyecto para apoyar el sistema de salud de la RCA), la política nacional de salud pública del gobierno tomó las condiciones sanitarias de los pueblos indígenas, en particular la de los pigmeos, como uno de sus puntos focales. En junio de 2018, se elaboró un “Plan Marco para los Pueblos Indígenas (CPPA)” con el objetivo de “brindar respuestas a la precaria situación sanitaria [...] de los pueblos indígenas [que] no participan, por ejemplo, en campañas de vacunación y que no tienen acceso a instalaciones sanitarias”.19 El Plan Marco anticipa que “las poblaciones aka de la prefectura de Sangha-Mbaéré, en la Región de Salud 2 cubierta por el SENI”,20 serán las primeras en beneficiarse de este proyecto.
Representación y participación de los pueblos indígenas.
Dos de los pueblos indígenas están organizados en asociaciones. Los m’bororo han creado la ONG denominada Asociación de Desarrollo Social y Cultural Mbororo (MBOSCUDA) para representarlos dentro de las estructuras estatales y de la sociedad civil.
Los pigmeos aka están organizados en la Asociación para la Defensa de los Intereses de Ba Aka en la RCA (ADIBAC) por las mismas razones y objetivos. Estas asociaciones se encuentran prácticamente paralizadas en la actualidad debido a los conflictos. Estas aún enfrentan poco acceso a áreas como la educación. Las iniciativas en este sentido se encuentran en una etapa embrionaria y se desbaratan rápidamente debido a la falta de estrategias pedagógicas adecuadas para su estilo de vida. La falta de información debido al analfabetismo es un obstáculo serio para los pueblos indígenas, quienes se encuentran incapaces de defender sus intereses en diferentes áreas de la vida pública.
Este artículo es parte de la 33ª edición de El Mundo Indígena, un resumen anual producido por IWGIA que sirve para documentar e informar sobre los desarrollos que han experimentado los pueblos indígenas. Encuentra El Mundo Indígena 2019 completo aquí.
Notas y referencias
- Centrafrique Presse, Bangui, 29 de julio de 2018.Bilan à mi-parcours du Groupe d’Experts sur la Rép. Centrafricaine, Informe del Consejo de Seguridad de la ONU, publicado el 23 de julio de 2018
- Ibidem
- Ibidem
- Centrafrique Presse, Bangui, 15 de octubre de 2018, comunicado de prensa de MINUSCA
- Centrafrique Presse, Bangui, 1 de noviembre de 2018
- RJDH Bangui, 22 de noviembre de 2018
- La Nouvelle République Bangui
- Centrafrique Presse, Bangui, 6 de noviembre de 2018 (RJDH)
- N’Djoni Sango, Bangui, 25 de septiembre de
- Corbeau News Centrafrique, Bangui, Alain Nzilo
- Centrafrique Presse, Bangui, 24 de julio de 2018 (RJDH), Fridolin Ngoul o Informe de la Comisión para los Movimientos de Población
- Ibidem
- Ibidem
- NDéké Luka, Bangui, 8 de octubre de 2018
- Centrafrique Presse, Bangui, 19 de octubre de 2018, FAO
- Ibidem, 30 de noviembre de
- Séraphin MOUSSA, Asistente en la Universidad de Bangui, Entrevista
- Justin GOTINGAR, estudiante de la Universidad de Bangui, Entrevista
- Ministerio de Salud y Población Cuadro de planificación en faveur des Peuples autochtones, junio de 2018, p. 14
- Ibidem
*:Los Séléka (“Coalición” en Sango) es una coalición étnica y musulmana formada en agosto de 2012 entre los grupos rebeldes para expulsar del poder al presidente de África Central, François Bozizé, lo que hicieron en marzo de 2013.
**:Los anti-Balaka son una milicia de autodefensa establecida por agricultores en la República Centroafricana. Tomaron las armas en 2013 contra los Séléka durante la tercera guerra civil centroafricana.
Abel KOULANING es doctor en ciencias de la educación en el René Descartes París V de la Universidad de la Sorbona. Fue profesor titular en la Universidad de Bangui, donde enseñaba dinámicas de grupo, al mismo tiempo que ocupaba el cargo de Secretario General de la Comisión Nacional Centroafricana para la UNESCO. Entre otras cosas, ha contribuido a que la tradición oral de los pigmeos aka sea proclamada y registrada como patrimonio mundial. Es autor de “L’Éducation chez les pygmées de Centrafrique” [Educación entre los pigmeos de África central], 2009, L’Harmattan.
Etiquetas: Derechos Humanos, Defensores de derechos humanos indígenas