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La conquista del pueblo Enlhet durante la Guerra del Chaco  

POR GEORG GRUNBERG PARA DEBATES INDÍGENAS

Silenciar la historia de los pueblos indígenas en el proceso de la conquista y colonización es una práctica que se ha desarrollado desde el primer momento de la invasión de América. La perspectiva del pueblo Enlhet sobre la guerra entre Paraguay y Bolivia (1932-1935), la llegada de colonos menonitas y la epidemia de viruela es radicalmente diferente a la narrativa oficial. Esta historia fue plasmada en dos libros de Hannes Kalisch y Ernesto Unruh a través de la recopilación de los relatos de una gran cantidad de testigos.

En la extensa literatura sobre la Guerra del Chaco se suele mencionar que los ejércitos de Bolivia y Paraguay devastaron una extensa área del Chaco Boreal, pero nunca aparecen los pueblos indígenas que habitaban la región. Las narrativas siguen el mito de un “desierto casi despoblado” y del “infierno verde” que, finalmente, fue conquistado por los paraguayos y desbravado por los colonos menonitas convertidos en los dueños de las tierras productivas.

De este modo se oculta que se desarrolló una guerra “dentro de otra”: una forma de guerra colonial contra los pueblos indígenas chaqueños. Los enlhet, llamados “lengua” por los paraguayos, se quedaron atrapados entre tres frentes: los bolivianos, que vinieron del oeste; los paraguayos, que avanzaron por el nordeste; y, como frente no militar, los inmigrantes menonitas, que fundaron sus colonias en medio de su territorio desde 1927.

Pero el momento más crítico sucedió en el verano de 1932-1933: una epidemia de viruela acabó con la mitad de los enlhet en pocos meses y dispersó a los sobrevivientes más allá de su hábitat, el “país enlhet”. Se estima que la población enlhet era entre 7.000 y 10.000 personas hacia 1930 y se encontraba establecida en un territorio que actualmente corresponde casi exactamente con las tres colonias menonitas y sus estancias fuera del territorio. En el Censo Indígena de 2012, se reportaron 8.632 enlhet, lo que muestra una lenta recuperación demográfica que todavía no alcanzó el nivel anterior a la guerra.

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La narrativa oficial oculta que, además de la Guerra del Chaco, hubo una forma de guerra colonial contra los pueblos indígenas. Foto: Lanto'oy' Unruh

Un trauma colectivo silenciado

El libro ¡No llores! La historia enlhet de la guerra del chaco de Hannes Kalisch y Ernesto Unruh (indígena enlhet) ofrece una perspectiva totalmente nueva sobre la conquista de los pueblos chaqueños. Los autores, ambos enlhet hablantes, reunieron relatos de los sobrevivientes y combinaron los textos rigurosamente traducidos con observaciones y comentarios que muestran un pasado doloroso todavía vivo. Es una visión profunda de los sucesos que permite superar el “colonialismo epistémico” que domina la interpretación de la conquista y colonización del Chaco paraguayo.

Según la narrativa difundida en la sociedad paraguaya culta y en las colonias, los enlhet fueron “salvados” por los misioneros menonitas que los encontraron “con hambre” y pidiendo refugio para poder sobrevivir en medio de la guerra. De modo diferente, los pueblos indígenas chaqueños recuerdan que antes tenían una buena vida gracias a las abundantes riquezas de su territorio. Los testimonios enlhet sobre la guerra, recuperados en el marco del trabajo del instituto Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet, aportan voces nuevas que nunca fueron escuchadas: de masacres y resistencia, de persecución y fuga, y del trauma colectivo de la deportación desde los toldos (aldeas) a los fortines de los ejércitos. Allí, los hombres realizaban trabajos forzados, mientras que las mujeres y niñas eran obligadas a la prostitución.

Como eje común, se encuentra el sometimiento y la deshumanización sistemática de los “indios” y las “chinas”, que incluye asesinatos preventivos de los ancianos por ser conocedores de la geografía de la guerra, de las aguadas (“cauces”) y de los recursos para alimentarse en el bosque seco chaqueño. Por eso, eran considerados potenciales “traidores” útiles para el enemigo.

El régimen de terror fue establecido especialmente por parte de los militares paraguayos: un holocausto chaqueño, silenciado y olvidado. En su lengua, los enlhet siguen llamando a los paraguayos como valay (“soldado”), es decir, él que inspira miedo porque mata. Según el testimonio de un colono menonita, el Comando General había dado la orden de disparar contra todos los indígenas “lengua” encontrados porque se les culpaba de revelar posiciones al enemigo. Hasta hoy el miedo de los enlhet a los paraguayos está presente e invisibilizado, y crea un mundo de miedo.

Durante todo el conflicto armado, el interés principal de los soldados fueron las mujeres. La violencia contra ellas fue tal, que la actitud de violar en grupos a las mujeres enlhet era “un símbolo del relacionamiento con los militares, sean paraguayos o bolivianos”. El secuestro de las mujeres y su traslado a los fortines para la diversión de los militares era la “normalidad”. Un médico boliviano, prisionero en un fortín paraguayo, describe: “Una comisión fue mandada a la toldería y fueron arreadas 16 indias de las mejores. (….) Seguimos disfrutando de cuantas mujeres encontramos en aquellas tribus”.

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La guerra, la epidemia de viruela y la colonización de los menonitas se conjugaron en la visión de la historia enlhet con un mismo resultado: el sometimiento. Foto: Lanto'oy' Unruh

La “salvación” de los dueños originarios

En otro libro de los mismos autores, ¡Qué hermosa es tu voz! Relatos de los enlhet sobre la historia de su pueblo (2020), se presenta la llegada de los colonos menonitas y su obra de civilizar, convertir y bautizar a los enlhet de forma masiva a finales de 1950. Desde el lado de los menonitas, el trueque de tierras ancestrales a cambio de una nueva religión es visto como justo y como una obra de salvación, tanto material como espiritual. Desde los enlhet, lo ven como una capitulación ante la imposibilidad de seguir con su modo de vida tradicional. Se sienten expulsados de su propio territorio que se ha transformado en un desierto de soja, maní y sésamo para ganado. Ahora sus tierras tituladas alcanzan solo el 2,8% de la extensión que habitaban hace un siglo.

En 1935, los menonitas fundaron una sociedad misionera para convertir y civilizar a los enlhet: Luz a los indígenas. Esta obra misionera comenzó en la colonia Fernheim (“hogar lejano”) con el fin de incorporar a habitantes originarios como mano de obra. Desde su perspectiva, los misioneros actuaban de buena fe y creían que estaban iluminando a los indios. Sin embargo, no establecieron relaciones de simetría ni un intercambio de percepciones, conocimientos y prácticas. Por su lado, los enlhet estaban acostumbrados a un tejido extenso de comunicación, reciprocidad e intercambio con los demás seres vivientes de su entorno (visibles y no visibles), en “la luz de su mundo”.

La actuación de los primeros misioneros menonitas durante la epidemia de viruela, una plaga introducida desde el exterior, constituyó el inicio de su trabajo: se legitimaban con los indígenas como “chamanes” que tenían poder sobre la enfermedad ya que estaban vacunados. Los enlhet los llamaban “padres de la enfermedad” y les guardaban temor por sus poderes. A la vez, la posibilidad de dejarse vacunar significó aceptar la derrota ante los invasores a cambio de poder escaparse de una muerte casi segura. La salvación y la capitulación se condicionaron mutuamente.

En la narrativa menonita, la salvación de los enlhet ocupa un lugar central y les brinda una justificación histórica para la apropiación del territorio y su mano de obra: la base económica para su empoderamiento en Paraguay antes de la mecanización de la agricultura y la ganadería de exportación. Según este relato, Dios los había enviado a esas tierras para salvar a sus dueños originarios. La compensación por quitarles sus tierras y lugares de cacería no sería monetaria, sino a través del evangelio. Tras la guerra, el terreno espiritual para la conversión de los enlhet estaba preparado en los años ‘50 y generó un estado de sumisión que prevalece hasta hoy.

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Ambos libros de Kalisch y Unruh reconstruyen la experiencia de la guerra y el sometimiento menonita a través de las voces de los enlhet.

El resurgimiento de la voz interna

Cuando Paraguay ganó la guerra en 1935 y ambos ejércitos se retiraron del Chaco Central, quedaron mundos y perspectivas diferentes en el mismo espacio geográfico. Sin embargo, el paisaje, la toponimia, la cosmogonía y los marcadores históricos resultaron opuestos: las colonias menonitas estaban en plena construcción, mientras el “país enlhet” había quedado en ruinas.

Un elemento importante para entender esta “capitulación” colectiva es la convicción de que los enlhet compartían el territorio con otros seres invisibles, sus dueños, que los castigaron por no haber sido capaces de evitar el inmenso derrame de sangre durante la guerra. La viruela significa una ruptura radical del equilibrio en el mundo enlhet porque los humanos no tenían la capacidad de cumplir con su responsabilidad de mantener la armonía en su territorio. Algo que les era imposible al tener que luchar contra tres frentes de invasores al mismo tiempo.

Esto llevó a los enlhet a la pérdida de la noción de su propia historia, reemplazada por la narrativa de los colonos menonitas. Los enlhet asumieron la ideología colonial, silenciaron su cosmovisión y abandonaron su propia interpretación de la historia. Los relatos recopilados en los dos libros marcan un hito para el pueblo Enlhet: promueven la autoreflexión y la liberación de una ideología colonial que nunca logró silenciar su voz interna por completo. A través de estas obras se da un impulso poderoso a revisar la historia del Chaco desde la perspectiva paraguaya y menonita, contribuyendo a una descolonización de la memoria histórica tan necesaria en los países del Cono Sur.

 

Georg Grunberg es antropólogo jubilado de la Universidad de Viena, Austria, y fue coordinador de los Simposios de Barbados por la Liberación del Indígena en 1971, 1977 y 1993. Ha realizado trabajos de campo, de docencia y de acompañamiento de organizaciones indígenas en Paraguay, Brasil, Nicaragua y Guatemala.

Foto portada: Lanto'oy' Unruh

 
 

Etiquetas: Debates Indígenas

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