COP-30 en Belém: un debate sobre la Amazonía

POR BRENDA CARDOSO DE CASTRO Y MATHEUS SILVEIRA PARA DEBATES INDÍGENAS

En el último tiempo, los medios de comunicación ubicados en los centros económicos de Brasil comenzaron a discutir la pertinencia de realizar la conferencia en Belém de Para, una ciudad amazónica que grafica décadas de desinversión en infraestructura. El debate revela tensiones históricas sobre quién puede hablar en nombre de la Amazonía, qué voces se legitiman y cómo se resaltan las desigualdades regionales del país. De modo opuesto, los Pueblos Indígenas y las comunidades locales deben tener un rol preponderante en el debate internacional sobre la justicia climática y el modelo de desarrollo.

En un escenario de crisis climática e incumplimiento de los objetivos globales, la COP-30, que se celebra en la ciudad brasileña de Belém, se desarrolla en un momento crucial, cuando la brecha entre las promesas diplomáticas y la realidad del cambio climático nunca ha sido tan grande. La comunidad internacional llega a la cumbre con la presión de demostrar que las Conferencias de las Partes son algo más que meros rituales de retórica vacía, donde se anuncian compromisos ambiciosos que sólo se diluyen por la inacción política y los intereses geopolíticos y corporativos. La expectativa, por tanto, es una prueba definitiva de la relevancia misma del multilateralismo en la lucha contra el cambio climático.

Mientras el mundo debate el futuro del planeta, Belém vive un recorrido de intensas transformaciones desde el anuncio de la sede. La ciudad, sus residentes, funcionarios gubernamentales y el sector empresarial se vieron inmersos en una ola de preparativos casi sísmica. Ahora, a pocos días del evento, los ánimos parecen calmarse, pero es la calma que precede a la tormenta, señal de que todos, a su manera, se preparan para lo que está por venir.

Se ha desarrollado cierto sensacionalismo geográfico en torno a Belém, generalmente propagado por medios de comunicación y comentaristas de otras regiones de Brasil, acostumbrados a la infraestructura del eje Sur - Sureste. Por un momento, la agenda dejó de ser la emergencia climática y comenzó a centrarse en el confort de los participantes que llegarán para la conferencia. El hecho de que esto ocurriera de forma tan desproporcionada en el caso de la COP celebrada en Belém (a pesar de que han surgido problemas similares en sedes anteriores) es profundamente simbólico.

El debate brasileño sobre la ciudad anfitriona

"Está demasiado lejos" es la frase que los amazónicos escuchan con frecuencia cuando están en otros lugares y se les pregunta sobre sus orígenes. Decir esto conlleva una jerarquía territorial implícita: ¿lejos de dónde? Para quienes siempre han vivido en la Amazonía, el costo y la dificultad de viajar a los centros de toma de decisiones es una realidad normalizada. Cuando el flujo se invierte, los problemas que históricamente ha enfrentado la población amazónica (como la accesibilidad y los altos costos) se convierten en “amenazas” para la realización de un evento global.

A nivel nacional, los preparativos para la COP-30 se han centrado mucho más en aspectos logísticos que en propuestas sustanciales para el debate climático. Este énfasis revela una paradoja significativa: mientras los científicos advierten sobre el punto de no retorno en la destrucción del bioma amazónico y las corporaciones multinacionales continúan contaminando los ríos sin rendir cuentas adecuadamente, el debate mediático se centra en la supuesta incapacidad de la ciudad para albergar el evento.

La infraestructura es esencial para la celebración de eventos y el buen desarrollo de las negociaciones, pero las disputas sobre si se debe albergar la COP-30 o trasladarla a ciudades "más preparadas" revela quiénes se consideran aptos para participar en el debate climático. Incluso con negociaciones restringidas, el simple hecho de que Belém sea sede del evento hizo que el tema fuera central para la población local. Este evento sin precedentes en Pará refuerza la importancia de descentralizar los eventos globales y destaca los múltiples impactos que una COP puede generar, más allá de sus objetivos y declaraciones oficiales.

Lo que no ven los indignados por los costos en Belém

La indignación por los costos en Belém parece limitarse a la comodidad de los participantes externos, sin profundizar en las causas estructurales que encarecen históricamente la vida en la región. Las facturas de electricidad son las más caras de Brasil, a pesar de la concentración de centrales hidroeléctricas. Belém es la sexta capital con menos bosques del país, lo que agrava el malestar térmico y revela una contradicción con las expectativas y creencias sobre la región. Los problemas de tráfico y transporte público reflejan décadas de falta de inversión.

La preparación revela conflictos de agendas, protagonismos y narrativas. Por un lado, los movimientos sociales y los Pueblos Indígenas reivindican su espacio político y visibilizan los intentos de silenciar sus demandas, especialmente en eventos en la Amazonía. Por otro lado, se observa un debilitamiento de la voz amazónica como identidad legitimadora, utilizada retóricamente por las autoridades locales que, en la práctica, defienden otros intereses políticos y económicos.

La preparación para la COP-30 va más allá de la logística y la infraestructura: revela tensiones históricas sobre quién puede hablar en nombre de la Amazonía, qué voces se legitiman y cómo se resaltan las desigualdades regionales brasileñas, incluso en los debates sobre la justicia climática global. Organizar el evento en Belém es, en sí mismo, un acto político que obliga al mundo a confrontar sus propias contradicciones.

El peso de un culturalismo desgastado

Durante la COP, el riesgo es que se creen dos burbujas de realidad: la de los centros climatizados de las sedes oficiales y la de la ciudad real, con sus desafíos cotidianos. Se espera que las posibles limitaciones de infraestructura no eclipsen los asuntos urgentes, sino que cuestionen el propio modelo de desarrollo que llevó a la región a esta situación. Al fin y al cabo, lo que ocurre dentro y fuera de las salas de negociación forma parte de la misma historia: la brecha entre el discurso y la práctica, entre la diplomacia y el territorio.

Algo que emergió al final de la COP-29 en Bakú, y que se confirmó en la 62° sesión de los Órganos Subsidiarios (SB62) en Bonn en junio de 2025, es la acumulación de agendas propuestas, revisadas y pospuestas: un ciclo de frustraciones que ahora se extiende a Belém. Cabe destacar, que muchos temas centrales de las conferencias anteriores siguen en debate y avanzan lentamente: el Balance Global, la financiación climática y la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles muestran que la COP-30 soporta el peso de un multilateralismo desgastado, que aún intenta recuperarse de sus propios retrasos.

Las frustraciones se repiten: el legado inacabado del Acuerdo de París, las disputas sobre el ritmo y la financiación de la transición energética, y las promesas de mitigación y adaptación que se renuevan año tras año sin abandonar la mesa de diseño. Mientras tanto, 59 países presentan nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), lo cual revela más cálculo que valentía. Independientemente de las negociaciones, la COP-30 será una de las conferencias con mayor participación de la sociedad civil. Un ejemplo concreto es la creación del G9 Indígena: un grupo formado por nueve organizaciones indígenas de diferentes regiones de la Amazonía, que trabajan juntas para defender sus territorios, derechos y formas de vida.

El G9 también presentó su propia NDC con el objetivo de reafirmar el rol protagónico de los Pueblos Indígenas en la agenda climática. Sus propuestas enfatizan la protección territorial, la restauración forestal y el fortalecimiento de medios de vida sostenibles, demostrando que las soluciones climáticas efectivas dependen de la participación activa de quienes han habitado y protegido la Amazonía durante siglos. La presencia del G9 resalta que un compromiso climático genuino requiere escuchar las voces históricamente silenciadas y reconocer su autoridad política y ambiental.

Ya nada debería ser como antes

Si bien es difícil que todos los puntos de la COP-30 logren avances significativos, se espera que el evento genere acciones concretas, objetivos claros y mecanismos de implementación eficientes. Los debates deben traducirse en resultados prácticos a nivel internacional, nacional y local, promoviendo políticas climáticas que beneficien tanto a las comunidades vulnerables como al medio ambiente. La experiencia de Belém debe impulsar a las partes a escuchar a las poblaciones afectadas, como los Pueblos Indígenas y las comunidades tradicionales, y a repensar la estructura y los impactos del evento.

Las COP deben ser diferentes después de Belém. Quienes vengan a la ciudad deberían irse entendiendo que la Amazonía es mucho más compleja que un bosque idílico o un "infierno verde" de destrucción: hay personas que viven aquí e históricamente han sido impactadas por el sistema internacional, lo que refleja las relaciones económicas y políticas globales que a menudo ignoran sus derechos y conocimientos. Deberían entender como la región es constantemente explotada por los minerales y madera, que se exportan en grandes cantidades, o las áreas que se deforestan para la producción de soja y otros cultivos.

Belém también será diferente después de la COP. La celebración de un evento de esta magnitud impactó en la vida de la población de diferentes maneras, especialmente en los centros urbanos y en las periferias, donde los efectos en el transporte, la vivienda, los servicios públicos y los espacios públicos se hacen más visibles. Más allá de las secuelas de la construcción y las interrupciones, se espera que la población local no olvide cómo los gobiernos lograron implementar numerosos cambios en la ciudad que, en condiciones normales, habrían llevado años.

¿Qué esperar entonces?

Que nos sintamos más parte de la ciudad, más parte del mundo, y reconozcamos nuestra capacidad de participar en las decisiones que configuran su territorio. Debemos exigir responsabilidades a los funcionarios electos de la región y monitorearlos, especialmente a aquellos que han actuado más en contra de nuestro futuro que a favor de él. Debemos reconocer que el cambio climático no es un problema lejano ni exclusivo de los países ricos: afecta directamente a millones de personas que viven aquí, diversas entre sí, con diferentes experiencias, estilos de vida y perspectivas, cuyas prioridades no siempre coinciden ni persiguen los mismos intereses.

Los gobiernos locales tienen la responsabilidad y, sobre todo, la capacidad de articular políticas e iniciativas que respondan a estos desafíos, involucrando a las comunidades, los Pueblos Indígenas y otros actores locales. La experiencia de la ciudad debe servir como punto de reflexión para comprender cómo los impactos climáticos se entrelazan con las desigualdades históricas y urbanas. Debemos entender cómo las decisiones tomadas a nivel global repercuten aquí, para reforzar la necesidad de protagonismo local y de mecanismos que conecten las políticas internacionales con las realidades concretas de la población amazónica.

La presencia masiva de delegaciones, periodistas y observadores debería servir para escuchar voces históricamente silenciadas, no para reproducir, en el corazón de la Amazonía, la distancia entre quienes negocian el futuro del planeta y quienes lo habitan. El riesgo es que la COP se convierta en un enclave diplomático temporal, climatizado y desconectado de la realidad de la región, donde las decisiones se toman lejos del bosque, el calor y las personas que sustentan la vida en este territorio. La Conferencia no debería servir como una cortina para los problemas, sino como un espejo de las contradicciones que los originan.

 

Brenda Cardoso de Castro es Doctora en Sociología y Antropología por la Universidade Federal do Pará (UFPA), profesora de Relaciones Internacionales en la Universidade do Estado do Pará (UEPA) y Coordinadora del Observatorio COP en la Amazonía.

 Matheus Silveira es Magister en Relaciones Internacionales de la Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) y miembro del Observatorio COP en la Amazonía. Editor de la versión en portugués de Debates Indígenas, realiza investigaciones centradas en la Salud Global y Pueblos Indígenas.

Foto de portada: Belém do Pará. Foto: Brenda Cardoso de Castro

Etiquetas: Debates Indígenas

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