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Las mujeres Mapuche y la lucha por nuestra autonomía territorial

Por MILLARAY PAINEMAL MORALES

Lea el original en Debates Indígenas.

En plena crisis del Covid-19, las mujeres originarias de Chile siguen luchando por sus derechos al interior de sus comunidades y dentro del Estado nación. En el marco de la pandemia sufren por no poder vender sus artesanías y verduras, y la violencia policial. La crisis ambiental y sanitaria ha sido una oportunidad para fortalecer las organizaciones, capacitarse y tejer redes con los movimientos feministas de las ciudades. No se olvidan de la lucha de octubre de 2019 y se suman al pedido de pensiones dignas y una nueva Constitución plurinacional y paritaria.

Los sectores más excluidos y marginados que viven las grandes ciudades y los pueblos originarios que habitan en las zonas rurales son quienes más sufren los efectos de la pandemia del coronavirus. Las muertes y los contagios entre los más vulnerables son un reflejo de la situación de desigualdad social y económica, provocada por las políticas neoliberales que se vienen aplicando desde hace más de 30 años.

Chile es un claro ejemplo de desigualdad social y económica en América Latina. Esta desigualdad tiene sus raíces en la instalación del modelo económico neoliberal durante la dictadura de Augusto Pinochet y en una Constitución que se impuso por la fuerza y trajo consigo la privatización de la educación, la salud, la previsión social y el agua, un elemento vital para el ser humano, pero que hoy ha pasado a ser un bien de mercado.

En los años '90 y con la llegada de la democracia, estas circunstancias continuaron vigentes y afectaron a las comunidades Mapuche del sur del país con la instalación de empresas hidroeléctricas, carreteras y empresas forestales. En 1997, se llevó a cabo una de las luchas emblemáticas contra la instalación de la represa Ralco, en el Alto Bío-Bío, y liderada por dos grandes mujeres Mapuche Pewenche: las hermanas Quintreman.

Mientras tanto, Chile era visto por el resto del mundo como un ejemplo a seguir en materia de modernidad y desarrollo. Esta mirada cambió a partir del 18 de octubre de 2019, cuando en Santiago se iniciaron protestas de estudiantes secundarios por el alza de los precios del pasaje del metro. Las movilizaciones se expandieron por todo el territorio y dieron lugar a un estallido social sin precedentes que tuvo numerosas consignas, entre ellas, una que expresa el sentir nacional: “Chile despertó”.

Durante las manifestaciones, la Wenufoye o bandera Mapuche era llevada como señal de simpatía hacia las reivindicaciones de nuestro pueblo. La respuesta desde el gobierno de Sebastián Piñera fue la aplicación del estado de emergencia, toque de queda y una fuerte represión que dejó numerosas personas heridas y torturadas, a las mujeres como víctimas de abusos y a muchísimos jóvenes con la pérdida de sus ojos por los balines de goma de los carabineros.

Constitución Plurinacional y defensa del territorio

Durante el estallido, las comunidades Mapuche de diversos territorios nos sumamos a las protestas para exigir cambios políticos y sociales, como el derecho a la salud, la educación, pensiones dignas y una nueva Constitución plurinacional y paritaria. Sin embargo, esta última demanda no es compartida por toda la sociedad Mapuche, pues algunos sectores plantean que su lucha es por la autonomía de nuestro pueblo.

Una segunda bandera de lucha es la restitución de nuestros territorios que se encuentran en manos de latifundistas y grandes empresas forestales que continúan el saqueo. Esta situación genera una tensión constante entre el Estado chileno y el pueblo nación Mapuche y que tiene, en la actualidad, a comuneros realizando una huelga de hambre durante más de 100 días, en las cárceles del sur del país. Uno de ellos es el machi Celestino Córdoba, autoridad espiritual que el martes 18 de agosto, y luego de una larga negociación con el gobierno, abandonó la huelga. Su defensa interpuso un recurso de amparo, apelando al Convenio 169 de la OIT, instrumento vigente desde 2009.

En este proceso de lucha, los territorios del sur y las grandes ciudades se han movilizado a través de marchas, tomas de carreteras y de municipios para denunciar la situación de los presos políticos. Una de estas acciones se realizó en Curacautín, zona cordillerana de la Novena Región. Aquí la organización de derecha Asociación para la Reconciliación de la Araucanía (APRA) hizo un llamado a desalojar a quienes se encontraban al interior del edificio municipal: en un acto claramente racista agredieron verbal y físicamente a hombres y mujeres Mapuche con el beneplácito de la fuerza policial.

Mujeres Mapuche reclaman una nueva Constitución Plurinacional. Foto: Millaray Painemal.

Luchas y resistencias frente al racismo y la violencia estatal

Las mujeres Mapuche hemos sido parte de la lucha de nuestro pueblo, pero nuestro aporte ha sido invisibilizado por la historia oficial dominante y la propia sociedad chilena que no reconoce nuestra capacidad como sujetas con voces propias. Incluso, en algunos casos, se nos tiende a folclorizar.

En estos días, nos hemos movilizados para pedir la liberación de los presos políticos Mapuche. Dos mujeres, Cristina Romo y Giovana Tabilo, han sido las voceras del machi Celestino Córdova. Sin embargo, esta actividad no ha sido fácil para ellas, sus sacrificios han sido enormes y su labor ha sido incomprendida y juzgada por el resto de la comunidad Mapuche. Como lo señalara una de sus voceras en una conversación personal: “Ha sido duro, una batalla fuerte. Sobre todo cuando se es mujer en un mundo tan lleno de hombres que, por la colonización, han adquirido el machismo, el patriarcado. Es difícil ser una líder mujer y llevar la vida mapuche adelante. Es difícil encontrarse con el machismo y con el 'mapuchómetro' que te mide quién eres, más encima ser warriache, de la ciudad y llegar acá y hacerte un espacio, ganarte el respeto de la comunidad que si no hablas mapudungun no te miran bien”.

La lideresa agrega que no es su responsabilidad no hablar correctamente el mapudungun porque colonizaron a nuestros abuelos y tuvieron que hacer pactos de silencio para no hablar mapudungun ni decir quiénes eran: “Es responsabilidad de la invasión a la cual fuimos sujetos, de este genocidio que se pretendió hacer con nuestro pueblo nación Mapuche, pero aquí estamos resistiendo y dándole a la pelea”.

Junto al movimiento mapuche, las mujeres demandamos nuestros derechos sociales y políticos, y luchamos por mantener viva nuestra identidad y cultura. Al interior de las comunidades, somos las promotoras de la transmisión de la lengua a los niños y niñas, de la economía doméstica, y del cuidado de nuestras semillas y de nuestras plantas medicinales que en la actualidad están desapareciendo por la expansión forestal. Esto es lo que llevó a la machi Francisca Linconao a defender su territorio. Y por esta razón fue perseguida y encarcelada por el Estado chileno. Luego de un largo proceso de lucha, obtuvo su libertad por la presión social de las organizaciones a nivel nacional e internacional. Otras mujeres Mapuche también han sufrido persecución y muerte, como es el caso de la activista Macarena Valdés, quien fue asesinada en agosto de 2016 en Tranguil por oponerse a la instalación de una central hidroeléctrica de la empresa RP Global.

Esto demuestra que estamos viviendo en un contexto marcado por el racismo y un entramado de violencias. La principal es la violencia estatal que impide tener una vida en equilibrio y armonía con nuestra Madre Tierra, amenazada constantemente por el gran capital. En las comunidades debemos enfrentar problemáticas como la sequía de los pozos, esteros y ríos, y la desaparición de plantas medicinales y el bosque nativo. De hecho, es habitual ver que las familias reciban agua en camiones aljibe brindados por los municipios. Esto afecta profundamente la calidad de vida de las mujeres, sus familias y las comunidades.

Las mujeres frente a la pandemia

Debido a la crisis sanitaria, las mujeres Mapuche están impedidas de salir a vender sus artesanías y verduras. Quienes se atreven a salir son reprimidas por las fuerzas policiales y sus productos arrojados a la calle, como ocurrió el 4 de mayo en la ciudad de Temuco. Esto significa que se quedan sin ingresos económicos para aportar a la economía familiar, algo grave teniendo en cuenta que muchas de ellas son jefas de hogar y tienen niños y niñas que proteger y alimentar.

En estos tiempos de crisis sanitaria, social y económica, debemos reflexionar acerca de la importancia de vivir en el campo y cultivar nuestros propios alimentos. El cultivo y la cocina se han convertido en un espacio de poder, de resistencia y de socialización de conocimientos entre las mujeres. Como organización de mujeres, hemos desarrollado diversas actividades de capacitación y formación que apuntan a la defensa de nuestros territorios, a producir de manera ecológica como lo hacían los antepasados, usando los abonos del corral y las semillas nativas, sin agrotóxicos. De esta manera, campesinos, campesinas y pueblos originarios estamos aportando nuestro conocimiento para combatir los efectos del calentamiento global. Asimismo hemos enviado semillas nativas a las ciudades para apoyar los huertos urbanos.

Como pueblo nación Mapuche luchamos por la autonomía político-territorial y colectiva, y por nuestros derechos específicos como mujeres: nuestra salud afectiva, sexual y reproductiva. Las Mapuche estamos viviendo un proceso de fortalecimiento interno en nuestras organizaciones: estamos recuperando prácticas ancestrales como la solidaridad entre mujeres o Kelluzomowen que ejercían nuestras abuelas y bisabuelas; conversando acerca de las situaciones cotidianas que nos aquejan; cuestionando prácticas patriarcales que no nos permiten avanzar en la lucha para conseguir nuestra autonomía como pueblo; lucha que debe incluirnos, que debe hacerse con nosotras y no haciéndonos a un lado.

En el contexto de crisis ambiental y sanitaria que vivimos a nivel mundial, reconocemos que nuestro principal enemigo es el capitalismo, causante de la depredación de nuestros bienes naturales: el agua, los árboles, las plantas medicinales y, la desaparición de aves y animales. Es nuestro deber crear conciencia en la población que aún está adormecida y siente poco interés por el cuidado del planeta.

En estos tiempos de expoliación y violencias en nuestros territorios, es necesario unir las luchas con otros sectores de la sociedad chilena, como el movimiento feminista, que sea horizontal y respete nuestras diversidades. Nuestras voces se construyen en sintonía con la Madre Tierra, escuchando a los pájaros, a los árboles y a nuestros sueños, fortaleciendo, de esta manera, nuestro espíritu y nuestro entorno. Es a partir de estas voces que nos construimos y reconstruimos para caminar por este sendero llamado vida, al que todos y todas estamos convocados.

Millaray Painemal Morales es lideresa de la Comunidad Coigüe Painemal en Chol Chol.

Etiquetas: Noticias, Mujeres, Covid-19, Autonomía, Debates Indígenas

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